“El éxito no llama a competir sino a contribuir. Los grandes ganadores son los que ayudan a otros a ganar”. El dueño de esta reflexión es Adam Grant, profesor de la Wharton, investigador y autor, entre otros libros, de Dar y Recibir, concepto cuyo autor quiso poner de moda en el mundo anglosajón y que desde Recarte & Fontenla siempre hemos apoyado.
El hombre es un ser social por naturaleza y es esta esencia la que le ha permitido sobrevivir a lo largo de su evolución. La generosidad y el individualismo han tenido una reñida batalla en cuyo equilibrio se ha fundado el progreso humano. Pues bien (y para quienes no hayan leído el libro), el estudio de la repercusión de esta dualidad traída a nuestros tiempos y a la competitiva vida cotidiana es lo que aplica el autor para identificar comportamientos que facilitan el camino al éxito en sentido amplio, unido a factores ya comunes como son el trabajo duro, el talento e incluso la dosis de azar.
Anatomía del éxito
¿Quién tiene más probabilidad de alcanzar el triunfo? Será tal vez la persona que tiene una actitud “donante” ante la vida, esto es aquel que se da a los demás y comparte continuamente de forma desinteresada, o es acaso el “receptor”, es decir aquel que es capaz de extraer de los demás la esencia de lo que le interesa por encima de las necesidades de ellos.
El autor apuesta como opción ganadora la de darse a los demás puesto que a la larga genera un efecto contagio que neutraliza las envidias o recelos en tanto que en el caso del receptor, en su afán por satisfacer su propio interés o por pura autoprotección, puede provocar eventualmente un perjuicio y con mayor facilidad despertar la animadversión en los demás. Sin duda una posición puente entre ambas orillas, y desde luego bien adaptada a cada caso, determinará una mayor efectividad. Eso sin olvidar la necesaria dosis de ambición para evitar que el donante sucumba en el intento.
Obviamente, la interpretación inversa la conocemos sobradamente y sabemos sus consecuencias cuando pedir sin dar nada a cambio se convierte en una pauta de comportamiento que destapa el aprovechamiento de la generosidad de los demás en beneficio propio, habilidad que también acompaña al hombre desde el comienzo de los tiempos. Sin duda este vaivén entre ambos polos ha construido la convivencia y el progreso humano. Pero la pregunta es ¿cómo es más probable alcanzar el éxito? ¿Mediante una actitud “donante” ante la vida, es decir, aportando contumazmente de forma desprendida? O, por el contrario, ¿es el “receptor” y demandante infatigable el que es capaz de conseguir de los demás lo que le interesa por encima de las necesidades de sus subordinados, socios, familia, amigos…?
Generosidad y altruismo
El mundo empresarial está lleno de grandes hombres y mujeres que han servido de inspiración para la humanidad. A muchos de ellos junto a la ambición, el empuje y el ingenio se les contabiliza, quizá en la cima de su gloria o bien al final de su trayectoria, ese viaje interior que les conduce a la generosidad y el altruismo. Conscientes de que las botas van haciendo el camino y las encrucijadas van cimentando su aportación hasta crear algo sólido, arrastrando a los demás en su viaje al extraer su esencia y al mismo tiempo aportando e inspirando. Con la ilusión de conseguir sus metas pero sobre todo disfrutando en el recorrido, muchos desarrollan esa faceta solidaria de devolver a la sociedad, como forma de compartir con el mundo todo lo conseguido.
“Se consigue más dando que pidiendo” es un viejo aforismo que siempre me ha fascinado porque apela a la misma esencia del ser humano que nuestro dramaturgo más universal lo alude en el Quijote en boca de Sancho: “Dádivas quebrantan peñas”.
Avivemos esa corriente de solidaridad con esa generosidad acaso justipreciada y, por qué no, sazonada de sana ambición… porque ¿qué pasaría si dar y recibir con equilibrio se incluyera en el propósito de nuestras organizaciones?
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⇒ Think Again: The Power of Knowing What you Don’t Know es el título de su último libro, que sin duda será otro referente. En «Piense de nuevo: el poder de saber lo que no sabe» defiende una mayor flexibilidad en nuestros puntos de vista. Aprender a repensar y cuestionar nuestras opiniones puede ser la pasarela a la excelencia y lo que es más importante a la sabiduría de vida. Adam Grant suele ser un valor seguro.
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