¿Necesita un ‘coach’ o un cambio de empleo para ser más eficaz? A esta pregunta responde nuestra compañera Casilda Guelbenzu, client partner & coach de Recarte & Fontenla, en Expansión, quien opina que es necesario cuando el profesional tiene que enfrentarse a situaciones nuevas, complejas, cambios de responsabilidad, retos empresariales. Es un camino que requiere “esfuerzo” por parte del coachee y por ello no hay forma mejor que hacerlo acompañado por un coach que te “obliga” a reflexionar. El coach acompaña en este camino de transformación, pero no funcionará sin el compromiso y trabajo del coachee. La clave es antes de comenzar el proceso de coaching contestar a estas dos preguntas: porqué y para qué para que el proceso de coaching sea un éxito. «Tienes que ser honesto contigo mismo», dice al tiempo que recomienda: «antes de plantearte un cambio de compañía porque entiendo que el cambio de jefe no depende de ti, lo mejor es experimentar el proceso de coaching. En este caso, el profesional no tiene nada que perder y mucho que ganar en autonocimiento, confianza, empatía…».
Perfil del buen coach
Para nuestra experta, un buen coach es aquel que escucha no solo lo que dice el coachee (lenguaje verbal) sino lo que su cuerpo (lenguaje no verbal) dice. Insiste en que «un buen coach es el que consigue conectar con el coachee, que confíe en él para lograr los objetivos». La escucha, el respeto, la intuición y la confianza son fundamentales. Julio Olalla lo define de forma muy clara: “El 50% del coaching es escuchar y el otro 50% es escuchar”. Por el contrario, la forma de detectar un intruso es cuando el protagonista del proceso quiere ser él: da consejos como experto y no fija metas con el coachee; aconseja y no hace preguntas y siempre sabe más que el coachee quedando por encima.
La duración media suele ser de 6-8 sesiones (2-3 meses) dejando dos semanas entre sesión y sesión para que el coachee trabaje lo hablado y realice las tareas acordadas. Obviamente es variable en función de las personas y necesidades. No es un proceso estático sino adaptado a cada persona. El proceso de transformación se nota en cada sesión, pero es pasado un tiempo cuando empiezan a encajar las piezas. «Son cambios profundos, es un proceso emocional», reconoce Casilda Guelbenzu.
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