Me han preguntado en muchas ocasiones qué es lo que marca la diferencia en un proceso de selección, con el sano interés de poder prepararse mejor. No es fácil aislar todos los ingredientes que desencadenan el éxito, pero allá voy…

He vivido procesos de selección que se han decantado hacia el candidato que ha demostrado una mayor resistencia durante la incertidumbre de una prolongación inesperada, incluso sin ser a priori el favorito. También he presenciado situaciones en las que una buena primera impresión personal ha marcado la diferencia. Realmente no hay recetas, pero ha de existir un equilibrio entre buena actitud, preparación, enfoque e interés, unido a la necesaria y tan deseada química entre las partes.

Son las caras de un poliedro que ha de ser armónico a la mirada del nuevo empleador. Ante un proceso de selección, un profesional no es  intrínsecamente bueno ni malo, sino que realmente se cualifica en función de cada empresa y posición en la que ha desarrollado su trabajo. Y, algo muy importante, de sus momentos profesionales. Son muchos los elementos que tienen que alinearse para que todas las partes encajen, aunque no hay que olvidar que siempre es uno mismo el protagonista del cambio.

Normalmente, para que haya un encaje, y saber si se trata de una oportunidad única en la vida o, sin tanta grandilocuencia, al menos persuadirnos de que es el siguiente paso adecuado en nuestra trayectoria, desempeñará un papel vital la propia intuición. Sentirse exultante es siempre un buen síntoma, pero también hay que saber mantener el equilibrio, de forma que la embriaguez no nos ciegue y nos haga pasar por alto los inconvenientes que pueda haber. Y, por supuesto, todo dentro del miedo razonable que implica abandonar una situación de confort en busca de nuevos horizontes.

Mi reflexión en este caso viene condicionada desde la perspectiva del experto, que presupone que las cosas están bien hechas y, por tanto, que se ha accedido a la oportunidad profesional no de una manera fortuita o accidental, sino tras una sesuda criba que ha tenido en cuenta todos los intereses. Es decir, se ha llegado al proceso no como un paracaidista que aterriza de manera intempestiva, sino entrando en él suavemente. Cuando es así, todo el proceso se conducirá de una forma natural. El sentido común, por un lado, para acercar a las partes y la química, por otro, harán que el resultado sea exitoso.

Ser amables con nuestra propia valía seguro que nos habrá salvado muchas veces de caer en el derrotismo. La vida profesional se asemeja a una montaña rusa, con sus crestas de autoestima y sus valles oscuros. Un recorrido sinuoso que no siempre nos deja ver el camino con claridad, excepto cuando llegamos a la certeza de que las claves están en nosotros si sabemos escuchar nuestra intuición, a menudo la única y mejor guía, no solo en un proceso de selección, sino en nuestro día a día.

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Andrés Fontenla

Socio fundador de Recarte & Fontenla. Más de dos décadas en consultoría de executive search y desarrollo directivo en multinacionales como Korn Ferry y Randstad, dirigiendo filiales y unidades de negocio y liderando equipos de consultores en España y varios países europeos.