Impostores que suplantan la identidad de otras personas, políticos que mienten continuamente sin ningún tipo de pudor, consejeros delegados, ejecutivos y empleados que hacen lo imposible para mantenerse en su puesto, al precio que sea, pensando únicamente en sus intereses particulares y no en el interés de sus equipos y de la empresa, fake news que se propagan como el fuego a través de las redes sociales cuyo objetivo principal es desinformar y manipular a la opinión pública… Vivimos en un entorno en el que los valores cada vez brillan más por su ausencia, lo que precisamente no es el mejor ejemplo a seguir por las generaciones venideras. De aquellos polvos, vienen estos lodos.
Lo cierto es que no todo vale para conseguir nuestros propósitos. Siempre ha sido vital cuidar nuestra reputación tanto a título particular como empresarial, ya que es un indicador que valora el grado de integridad que un profesional o una organización han mantenido en el pasado y hasta la fecha, pero de poco servirá si las capacidades y competencias no se mantienen a la altura.
La selección de talento no está exenta de todo lo anterior. Los currículos han estado plagados de pequeñas mentiras prácticamente desde que existe el mercado de trabajo moderno. Inflados ya sea atribuyéndose títulos universitarios o programas de posgrado que no han cursado o no terminaron, calificaciones exageradas, candidatos que se proclaman bilingües o multilingües sin ningún tipo de pudor, logros que asumen como propios cuando no los lideraban, retribuciones poco realistas, fechas poco precisas de permanencia en las empresas… y poca claridad en los motivos a la hora de explicar los cambios profesionales. Sin embargo, ¿por qué lo hacen? Las razones pueden ser múltiples: por impresionar a los demás, por desesperación para encontrar un trabajo o alcanzar una mejor posición cuando no cumplen con los requisitos que se solicitan en el cargo, etcétera.
En un primer momento podemos pensar que inflar nuestro currículo puede ayudarnos y convertirse en una clara ventaja frente al resto de candidatos. Pero la verdad es que puede ser esto mismo lo que haga que no consigamos el puesto y, lo peor de todo, “que nos pongan una cruz”, algo que no conviene en absoluto. Siempre es bueno ser honesto y contestar con toda naturalidad las preguntas del entrevistador.
Es por eso que para los reclutadores resulta imprescindible contrastar la información. A partir de una entrevista profesional, la toma de referencias y el análisis de la huella digital, ayuda a minimizar el riesgo de adoptar una decisión equivocada.
La vida profesional es una carrera de fondo que debemos desarrollar con visión, objetivos claros, equilibrio emocional, ilusión y esfuerzo. Ese es el camino que nos llevará a alcanzar nuestros objetivos con éxito sin recurrir a mentiras que sabemos que tienen las patas cortas. Recuperemos pues la pasión por aprender y el gusto por la educación y la cultura, el amor por el trabajo bien hecho y su contribución al bien común y a la sociedad.
(Esta tribuna fue escrita y publicada en 2019 en Expansión, pero por su interés hemos considerado volverla a publicar).