Solo tengo una opción, ¡que me vaya bien!

por | 9 Mar 2019 | Gestión del talento, Liderazgo

Expansión

Andrés Fontenla aborda en esta tribuna en Expansión cómo y con qué resortes algunos directivos logran el éxito. En realidad, como comenta, no existen recetas mágicas. Asegura que lo que les hace diferente es, sin duda, el empuje y el enfoque positivo, «esa actitud que se concreta en estar convencido de que solo se tiene una opción y es la de que te vaya bien», resalta el socio director de Recarte & Fontenla. Como destaca, siempre que las cosas se hagan bien y se ponga esa actitud optimista, cualquier adversidad o problema se va a poder resolver con facilidad.

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No hace mucho escuché a un candidato: “solo tengo una opción, ¡que me vaya bien!”. Lo cierto es que me impresionó su convencimiento y me gustó su enfoque, pero claro, no era el único en el proceso de selección. Así que lo viví con un matiz diferente a otros, con una mirada entre curiosa y científica: ¿sería él el elegido?

Esta persona terminaba una larga etapa desarrollada dentro un mismo empleador. Entre comillas, era víctima de los tiempos, pero no estaba dispuesto a ponerse esa corbata. En nuestras primeras interacciones estuvo presente la incertidumbre por ambas partes, por un lado cómo quitarse el barniz de una empresa emblemática, por otro, cómo integrarle en un entorno que requería de mayor proximidad. A lo largo del proceso, la determinación de los distintos participantes, el enfoque positivo para profundizar en cuál de ellos era el candidato idóneo, hizo que todo llegara a buen puerto. Una vez superados los nervios iniciales y lógicamente con la necesaria autorreflexión, efectivamente, este candidato demostró su capacidad para superar inconvenientes y hacer suya la oportunidad.

Contemplo habitualmente la trayectoria de grandes profesionales y observo una cualidad que les hace exitosos. Realmente no existen fórmulas mágicas ni el buen hacer se inocula por ciencia infusa desde la universidad o las escuelas de negocios y liderazgo. Lo que les hace diferentes es el empuje y el enfoque positivo, esa actitud que se concreta en estar convencido de que solo se tiene una opción y es la de que te vaya bien.

Sé que la vida no es blanco o negro, pero cada década que cumplo me convenzo más de que realmente depende de uno mismo. Es cierto que las cosas pueden no salir de la manera que habíamos planeado, pero cuando todos los recursos se han desplegado, cualquier adversidad se afronta con fuerza. La emoción profunda suele saber a que, pase lo que pase, es lo mejor que puede ocurrir, y en caso de duda simplemente es una buena oportunidad para avanzar aunque se tarde un poco más, con un “que me vaya bien” diferente a lo esperado.

La introspección siempre es oportuna para comprender mejor el contexto desde una óptica amplia: cuáles serán mis siguientes pasos en el recorrido profesional, qué puedo aportar desde mi situación actual, cuáles son las facetas que quiero cultivar… todo enmarcado en la lógica incertidumbre del futuro, con la que hay que aprender a convivir.

Y es igualmente importante una buena puesta en escena que abarque la planificación, la dosificación del esfuerzo, la organización de los recursos y cómo no la resiliencia para encajar las eventualidades y los retos que plantea la ejecución de cualquier plan.

En definitiva, estar preparado para saborear ese éxito pero también para rectificar el rumbo de manera oportuna; aprender a convivir con las dificultades sin drama y sobre todo a superarlas haciéndonos mejores personas, más sabias. Al final afrontar con optimismo y positividad cada nueva andadura es la clave para dormir en paz. ¡Buena suerte!