En un encuentro inspirador con el futuro, recientemente nos sumergimos en el núcleo de la innovación durante una presentación a una compañía ávida de transformación. Esta experiencia reveló perspectivas cruciales, compartidas principalmente por mi socio y experto en innovación, Germán Nicolás Puiggarí. Con este artículo pretendemos aportar claves para desentrañar el enigma de la innovación, abordando la tensión entre la comodidad de lo conocido y el temor al cambio. Con mi socio, descubrimos cómo las organizaciones pueden navegar con éxito por el delicado equilibrio entre mantener su esencia y abrazar el progreso. Desde la generación de innovación hasta su efectiva difusión, analizamos cómo las empresas pueden reinventarse a sí mismas, adoptando un enfoque sistémico para integrar la innovación en su estrategia de ingresos, cultura corporativa y estructura organizativa. En estas líneas podremos explorar el papel vital de la innovación en la supervivencia y crecimiento empresarial, y cómo puede ser efectivamente estructurada, gestionada y transformada en un motor de cambio cultural y organizacional.
Comenzamos…
A menudo, en las empresas, se observa una dualidad en el comportamiento humano: por un lado, el miedo a no ser eficiente en un nuevo entorno innovador; por otro, el temor a no sobrevivir sin cambiar. La innovación comienza a ser adoptada cuando el miedo a la obsolescencia supera al miedo a la incompetencia.
La innovación se asocia con la amplitud, la asunción de riesgos y la incertidumbre. En las culturas empresariales más tradicionales, centradas en la fiabilidad y la eficiencia, existe una resistencia inherente al cambio y al riesgo. El desafío para estas organizaciones es fusionar su cultura establecida con una nueva cultura innovadora, de manera que ambas se potencien mutuamente. En palabras de Germán Nicolás: “La innovación es la gestión del riesgo porque coges unos recursos muy valiosos para la compañía y los asignas a una aventura de futuro incierto. Si lo voy a hacer, tengo que estar muy seguro de por qué lo hago y cómo evaluar y valorar si la innovación ha tenido éxito. Por eso es muy importante tener muy claro y definir el rol estratégico de la innovación, que a su vez ayudará a definir cuánto dinero tengo y qué le tengo que exigir. Las culturas de innovación robustas son culturas de enorme responsabilidad. No existe una patente de corso”.
Por tanto, adoptar un enfoque sistémico es vital, comenzando con una estrategia clara. La innovación debe ser una parte cuantitativa y estratégica del modelo de ingresos de la empresa. Es crucial entender que innovar implica gestionar riesgos, asignando recursos valiosos a proyectos con resultados inciertos, como acabamos de ver. Por ello, definir el rol estratégico de la innovación y los criterios para evaluar su éxito es esencial.
En términos de cultura organizativa, las culturas de innovación sólidas son responsables y balanceadas. Los innovadores deben tener en mente no solo generar ideas nuevas, sino también contribuir al crecimiento económico de la empresa. Como diría mi socio: “Los pensadores fuera de la caja tienen que tener también como objetivo meter dinero en la caja”. Las compañías exitosas saben manejar el equilibrio entre el cambio reactivo, más fácil y común, y el proactivo, esencial para salir de la zona de confort.
Cada sector requiere estrategias de innovación específicas. Es fundamental evaluar las capacidades necesarias en la organización para llevar a cabo proyectos innovadores y comprender su complejidad. Esto incluye la gestión del tiempo y la rentabilidad, y el reconocimiento de que el control del tiempo no depende únicamente de la estrategia interna, sino también de factores externos como la competencia.
Preguntas para la innovación
Las preguntas clave para las empresas son: ¿Cómo encaja la innovación en nuestra estrategia? ¿Cuánto estamos dispuestos a invertir y qué rentabilidad esperamos? ¿Cómo contribuye esto a la supervivencia y al crecimiento del negocio? La respuesta a estas preguntas define el apetito de riesgo y la urgencia de la innovación en la empresa.
Los procesos de innovación deben estar bien estructurados y claros en términos de gobernanza. Esto implica determinar quién toma decisiones en cada fase del proceso, desde la generación de ideas hasta el lanzamiento. Es importante reconocer que la innovación implica tanto generar muchas ideas como descartar las que no funcionan. De hecho, la tasa de éxito de la innovación suele ser baja (10%), y cuanto más radical sea, mayor es el riesgo de fracaso.
Además, es crucial considerar la estructura organizativa más adecuada para la innovación. ¿Se necesita un departamento central de innovación o una red de agentes de innovación distribuidos por toda la organización? Es esencial identificar el tipo de personal necesario para la innovación, personas con tolerancia a la ambigüedad, capacidad para manejar la complejidad y seguridad en sí mismas.
La innovación no es un proceso anárquico, requiere una disciplina extraordinaria. Las empresas deben preguntarse: ¿Cuál es el rol estratégico de la innovación en nuestra empresa? ¿Qué aspectos de nuestra cultura corporativa están frenando la innovación y cómo podemos cambiarlos? ¿Qué ajustes estructurales son necesarios para asegurar que los procesos de innovación funcionen eficientemente?
Un ejemplo emblemático de la necesidad de valorar adecuadamente las ideas innovadoras lo encontramos cuando el director de producción de PlayStation en Sony presentó la idea al comité directivo, se encontró con resistencia porque en Sony «no fabricaban juguetes». Esta anécdota resalta cómo incluso las mejores ideas pueden perderse si no se valoran correctamente.
Cerrando el círculo: Innovación como cultura y cambio
Por último, la innovación debe ser aspiracional, algo de lo que los empleados se sientan orgullosos de formar parte. La visión sistémica de la innovación implica comprender que no es solo un proyecto aislado, sino un cambio cultural y organizativo que impregna toda la empresa. La innovación exitosa transforma no solo productos y servicios, sino también mentalidades y culturas.
En suma, la innovación trasciende ser meramente un conjunto de procesos o una serie de cambios estructurales. Es una transformación cultural y organizacional profunda que permea todos los aspectos de una empresa. Al adoptar la innovación no solo evolucionamos productos y servicios, sino que también transformamos mentalidades y culturas, convirtiéndonos en arquitectos de un futuro que, aunque incierto, está lleno de posibilidades infinitas. La verdadera innovación es una sinfonía donde cada nota refleja audacia, visión y un compromiso inquebrantable con el progreso. La pregunta final es: ¿Está su empresa lista para ser parte de esta sinfonía de cambio?