¿Cómo pasar del odio al compromiso?

por | 20 Jun 2024 | Cultura corporativa, Gobierno corporativo

La primera factoría de Tesla está en Fremont, California, y es una planta de producción que tiene una historia curiosa porque antes perteneció a General Motors y a Toyota.

Originalmente era una planta de General Motors donde se producía el modelo Chevy Nova. Pero en el año 1982 era la peor planta de General Motors con enormes problemas de calidad, productividad y conflictividad laboral; tales eran los problemas que la compañía decidió cerrar la planta ante el riesgo de que los problemas de calidad del Chaevy Nova  afectaran a la reputación de toda la compañía.

Pero antes de proceder al cierre intentaron un movimiento inusual. Le propusieron a su principal competidor, Toyota, que en ese momento estaba creciendo rápidamente en USA, diseñar y fabricar un coche juntos en la factoría de Fremont.

Toyota no lo dudó ni un minuto y aceptó aunque General Motors había puesto una serie de condiciones bastante restrictivas: la planta no se remodelaría, se usaría su antiguo equipamiento y además había que contratar primero a los trabajadores de UAW (el sindicato que había dado enormes problemas), por orden de antigüedad. Los empleados más antiguos y recalcitrantes, los que llevaban más tiempo quejándose, eran los primeros que iban a conseguir trabajo si hacía falta nueva mano de obra.

Toyota por su parte solo puso una condición: que sus directivos dirigieran la planta.

Del odio al compromiso

A fines de 1985, se inauguró la planta con un nuevo nombre:  NUMMI  (New United Motors Manufacturing Incorporated). Durante los dos primeros años, el Chevy Nova fue el modelo producido, pero luego fue eliminado y reemplazado por el Geo Prism y el Toyota Corolla.

Y se produjo un milagro, tras el primer año de funcionamiento los resultados eran espectaculares: se producía un 20% más de unidades con un 50% menos de plantilla, la productividad era la mejor de todas las plantas americanas, los índices de calidad y los de satisfacción de clientes eran los mejores de la historia y, finalmente, la conflictividad laboral desapareció por completo.

Lo que mejor explica este cambio fue lo que un trabajador de la factoría contó a un equipo de investigadores que analizaban el milagro de NUMMI. Este trabajador de la línea de producción explicó que en los viejos tiempos escondía trozos de sándwich en la carrocería para que los clientes luego se quejaran de malos olores o ponía tornillos sueltos para que hubiera molestos ruidos y se quejaran. Tanto odiaba a su empresa que saboteaba el producto que fabricaba.

En cambio, en la época de NUMMI se sentía tan identificado con la compañía que cuando veía un Geo Prisms o un Toyota Corolla aparcado en la calle, les dejaba una nota en el parabrisas diciendo “Yo hice tu coche. Si tienes algún problema, llámame’. Y lo hacía porque sentía que eran “sus” coches.

¿Qué produjo este cambio tan asombroso? El cambio en la cultura de la organización. La gente simplemente había adoptado una forma diferente de pensar sobre su empresa y su papel en ella. La productividad, la calidad, la eficiencia y la moral siguieron directamente a este cambio en la cultura de la empresa.

La cultura organizativa es la herramienta más poderosa para crear valor en una organización… y también la más ignorada.