En un sorprendente anuncio de septiembre, el CEO de Amazon, Andy Jassy, comunicó a sus empleados dos decisiones que están dando mucho de qué hablar: una gran reducción de puestos directivos y el regreso a la oficina cinco días a la semana a partir de enero. Bajo el lema «Fortaleciendo nuestra cultura y equipos«, Jassy afirmó que la convivencia en la oficina impulsa la innovación y mejora la colaboración. Sin embargo, la reacción interna ha sido contundente: según una encuesta en la plataforma Blind, el 91% de los empleados mostró su descontento, el 73% está considerando buscar otro empleo, y el 32% afirma conocer a alguien que ya se ha ido por esta razón.
Pero, ¿qué lleva a una empresa tan innovadora a tomar estas decisiones? Amazon busca reducir su estructura organizativa eliminando 14.000 puestos de mandos intermedios, un ajuste que podría ahorrarle 3 mil millones de dólares anuales. Y es que entre 2017 y 2022, la compañía triplicó su personal corporativo. Aunque su plantilla total sigue creciendo —ahora con 1,5 millones de empleados—, el aumento proviene casi exclusivamente de empleados en almacenes y operaciones, mientras que los puestos corporativos van en declive.
Giro hacia la presencialidad, ¿por qué?
Este giro hacia la presencialidad va en contra de estudios recientes, como el de tres profesores de Stanford publicado en la revista Nature en junio de 2024. Después de estudiar durante dos años y medio a empleados divididos entre teletrabajo y presencialidad, encontraron que el trabajo remoto no solo no afectaba la productividad, sino que mejoraba la satisfacción y reducía la rotación no deseada en un 35%. Para mujeres, empleados de base y personas con largos desplazamientos hasta el trabajo, los beneficios del teletrabajo fueron incluso mayores. Además, el teletrabajo ha demostrado ser un motor de inclusión: menos del 10% de las mujeres, minorías, personas LGBTQ+ y personas con discapacidades desean volver a trabajar en la oficina a tiempo completo, según datos de Flexa.
La cuestión del regreso a la oficina no solo trata de mejorar la productividad o fomentar la cultura empresarial; también tiene una fuerte dimensión económica y legal. Muchas grandes empresas, como Amazon, han recibido incentivos fiscales y apoyo financiero de los gobiernos locales para establecer oficinas en áreas específicas. Estos incentivos se otorgan bajo la premisa de que, al abrir oficinas en ciertas regiones, las empresas generarán empleo local y contribuirán al crecimiento económico de la zona. Los empleados que asistan presencialmente a estas oficinas, además de pagar impuestos locales, también apoyan los negocios de la zona (restaurantes, tiendas, transporte, etc.), creando así un impacto económico positivo en la comunidad.
Sin embargo, el aumento del teletrabajo ha alterado esta dinámica. Si los empleados trabajan desde casa, especialmente si viven fuera de estas áreas, dejan de gastar en las economías locales que los gobiernos buscan impulsar. En otras palabras, el propósito inicial de estos incentivos se desvanece si las oficinas están vacías. Esto genera una presión importante por parte de los gobiernos y autoridades locales sobre las empresas para que sus empleados vuelvan a trabajar en la oficina. De hecho, en algunos casos, los gobiernos revisan el cumplimiento de estos acuerdos y pueden retirar o renegociar los incentivos fiscales si las empresas no mantienen el nivel de actividad económica esperado en las zonas pactadas.
En resumen, mientras unos defienden la presencialidad como pilar de la cultura y colaboración corporativa, otros abogan por el teletrabajo como herramienta de inclusión, compromiso y satisfacción laboral. El debate sigue en pie, y con él, la duda: ¿logrará Amazon (y otras muchas compañías) retener a su talento en medio de esta vuelta a la oficina?
¿Tú qué opinas? ¿Es este el fin del teletrabajo en grandes empresas?